15 de octubre de 2011

Erase una vez… el medio.

Varios días llevo aguantándome, por no caer en el más profundo de los tópicos. No escribiré sobre el marrón de las BlackBerry, no escribiré sobre el marrón de las BlackBerry. Pero mira por dónde, son de nuevo mis alumnos los que me empujan a cometer la más tremenda de las osadías.

No uso sistema BlackBerry, o BB como la llaman algunos, pero sí un sistema parecido al que lejos de verle el peligro, le agradezco casi todo lo que me ofrece.

Me levanto cada día, casi sin tiempo más que para un café rápido (algunas veces rapidísimo), que complemento con la lectura de los titulares educativos de la jornada, que me llegan por el twitter.

Cojo el coche y en el trabajo, raro es el día que echo siquiera un rápido vistazo a la pantalla del móvil. No fue este el caso de otros meses, en que mi hermano pequeño me contaba sus hazañas por el skype, mientras el peor terremoto de la historia de Japón, azotaba agua y tierra a unos pocos kilómetros de donde vivía. Cuántos malos ratos, malas noticias, horribles incertidumbres y pensamientos atroces me ha ahorrado ese aparato del que ahora tantos renegamos. Pero, como vengo contando, no es esa mi realidad cotidiana en el día en que os escribo.

Viene entonces la comida, que hago sola por principios y con generalidad, y conecto de nuevo mis auriculares, veo videos en youtube, oigo la radio, contesto correos de mis alumnos e incluso tengo la desfachatez de leer algo de prensa por si en el transcurso de la mañana, el mundo en el que vivo ha decidido cambiar en algo.

Apago de nuevo el aparatito, y paseo largo rato, inmersa en todo aquello que me rodea, o sumida en mis pensamientos, mis clases, mi trabajo, mi familia o mis amigos, dependiendo del día, el momento y la ocasión. Para mi es imprescindible pasear con los cinco sentidos, pues no sería capaz de observar con detenimiento si llevara los oídos entretenidos con música, noticias o cualquier otra distracción.

Vuelvo al trabajo y cada noche, me siento a cenar con mi familia, vemos juntos la televisión, discutimos, nos ponemos al día…

Los lunes son para “las niñas”. Con ellas me bajo al bar, donde desgranamos nuestras vidas. El grupo de Facebook que compartimos no ha impedido que, con los años, trabajos y otras responsabilidades, nos veamos con casi total regularidad.

Desde Facebook me apoyaron mis amigos, mi familia y conocidos, cuando el DEA me tenía tan absorta, que no podía compartir físicamente cada momento.

Producto de internet es gran parte de mi aprendizaje cotidiano. Aprendizaje que puedo permitirme porque las NNTT me acercan lo que busco, a horas en que las bibliotecas ya están cerradas. Aprendizaje que puedo experimentar porque veo, porque leo y porque analizo y decido sobre todo aquello que me llega a través de mi ordenador.

Dos días a la semana tengo clase. Preparo mis diapositivas, mis videos y actividades y proyecto en el aula a los alumnos todo aquello que ya tienen, gracias a la webct. Pero un día no funciona eso que llaman tecnología, y he de poner en marcha el denominado Plan B. Un debate, una charla, una lectura compartida. ¿Qué importan el cañón y el proyector, si aun conservamos en clase esa magnífica pizarra, en la que día tras día acabo haciendo esquemas y garabatos sin poderme resistir? ¿Dónde está el crimen Señores? ¿Dónde el problema mundial?

Critiquemos pues a nuestros adolescentes. Llamémosles enfermos, obsesos, consumistas… Ilustremos el miedo con viñetas de periódico y oportunistas anuncios de televisión, pero no vayamos a preocuparnos de enseñar, no vaya a ser que aprendan a usar con sentido común y entonces no tengamos nada de qué hablar.

…y cada viernes visito a mi abuela y le muestro todo aquello que me llamó la atención. Ella mira las fotos de mi casa, de mis muebles, de mi vida. Nada impide que le enseñe lo que hago y lo que soy. A ella le cuesta, por la vista… pero siempre esboza una sonrisa y me devuelve el aparato satisfecha de compartir conmigo algo que no ha sucedido en ese momento ni en ese lugar, pero que se está convirtiendo al instante, en otra experiencia que ella y yo vivimos juntas, en ese momento y en ese lugar.