En primer lugar he de darme la bienvenida a mi misma a un espacio en el que, como lo urgente se abre paso aceleradamente ante lo importante, no escribo desde hace tanto que he perdido completamente el hábito.
Pero a pesar de este acelerado, desconcertante y apresurado momento en el que me veo inmersa -más por cabezonería que por propia o real necesidad- he vuelto a sentir el impulso de plasmar mis banales inquietudes, sobre todo aquello que me sorprende, me motiva o simplemente, escapa lo suficiente a mi entendimiento y me genera la curiosidad necesaria como para volver, siempre a este rincón en el que el tema nunca es impuesto, las citas son voluntarias y el argumento forma parte de lo que yo misma perfilo como parte de mi propia experiencia.
El caso es que el viernes pasado, tomé la acertada decisión de asistir a un concierto en el que además de volver a saltar, perder la voz antes de empezar el curso (para variar) y pasar una noche llena de risas y viejos recuerdos, imagino que por deformación profesional, pude comprobar que en los últimos años hay cosas que no cambian, y en caso de que lo hicieran, nunca se vuelven racionales con el tiempo.
Dedico estas líneas a valorar de la forma más subjetiva y desde el absoluto respeto que le tengo a un comportamiento que a mi entender a veces se convierte en algo compulsivo, exagerado, enfermizo e incluso molesto para otros usuarios: me refiero al internacionalmente conocido FENÓMENO FAN.
Naturalmente impulsada por una intensa necesidad de entender las causas que suscitan un comportamiento tan desconcertante, he leído recientemente varios artículos sobre el tema. Os recomiendo siempre y cuando sea también de vuestro interés, el artículo de Juan Sardá Frouchtmann "Una historia diferente del fenómeno de los admiradores".
Su particular visión se adentra en las principales razones para explicar este proceder social: la cultura de masas, la adolescencia y la femininidad; aunque afirma que sólo el primero es completamente cierto.
Según Sardá, el comienzo del fenómeno fan como tal surge en los años 50, cuando Elvis y su música trascienden la barrera de la mera diversión y se convierte en la voz de la juventud que transmite los anhelos de ésta, al mismo tiempo que las chicas jóvenes tapizan sus cuartos y se desmayan al ver actuar al Rey del Rock.
Pero más de 50 años después, en la era de la información, en el siglo en el que las redes sociales nos mantienen informados de lo que nos interesa, y lo que no... ¿Cómo pasan nuestros adolescentes de colgar un poster en la pared de su santuario secreto, a perder por completo el sentido de la lógica, la perspectiva y el decoro, cuando por fin se encuentran ante la imagen del ser completamente desconocido y sin embargo amado?
Aunque escrita por mí misma, no puedo dejar de perfilar una sonrisa cuando releo la palabra "amado"... ¿Cómo se puede anhelar, querer o echar de menos a alguien a quien no se conoce?
Pues se puede, si señor... En la inquieta e intranquila mente de las tantas personas que dan sentido a este fenómeno, parece que se puede preferir gritar de forma irracional e insensata, pelear por el protagonismo de un beso o una mirada -lanzados al aire y sin intención individual- y se puede por supuesto impedir que todo aquel que tenga interés concreto por la música, la letra o la mera sensación de vivir una experiencia artística, termine el día con los oídos destrozados por “te quieros” sin mucho fundamento y los músculos de la cara doloridos por las carcajadas interminables que le han producido los increíbles acontecimientos.
La experiencia fue fantástica, el concierto estuvo verdaderamente bien y superó todas mis expectativas, aunque tengo que decir que una parte verdaderamente importante del éxito se lo debo conceder a todas aquellas personas que junto a mí, y en la primera fila, hicieron de la buena música un momento además de risas imposibles de contener. Fueron tantas las barbaridades que escuché gritar, que si tuviera que ponerlas todas, no cerraría nunca esta entrada de blog.
Sigo preguntándome que lleva a la gente a dramatizar un hecho simple de tan exagerada manera, pero después de todo, es justo que cada uno, suelte la adrenalina como mejor sepa o como buenamente le permitan la oportunidad y la ocasión.
Hola, este post me ha sido de gran utilidad, ya que estoy haciendo un trabajo sobre el fenomeno fan y encuentro muy pocas cosas.
ResponderEliminarUn beso!!
synorie.blogspot.com
Me alegro que te haya servido!
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